Después de un tiempo de idas y venidas ya estoy otra vez en Molina y, por qué no decirlo, más feliz que nunca. Mi vida aquí ha comenzado a dar un giro de 360º. Al volver después de esa gran semana de risoterapia, de la navidad, de esa fastidiosa pero inolvidable semana de esquí (hay que probar de casi todo en esta vida) y de esa semanita insoportable de estudio para el único examen al que me presentaba (que, por cierto, a ver si el profe saca ya las notas), decidí que eran tiempos de cambio, principalmente porque la cuenta corriente, más que corriente parece petrificada y necesitaba currar ya o ya. Pero no sólo era por motivos económicos, sino por la necesidad de hacer algo, de salir de casa, de conocer a gente, de aprovechar mi paso por este pueblo de una vez por todas. Así pues, gracias a un amigo, comencé a conocer a todas las chicas que llevan los servicios sociales aquí y en la comarca (cepaim, cruz roja, cáritas, centro de la mujer, Guadacoge...), y qué gran paso. Como os podéis hacer idea ese paso no me trajo el ansiado puesto de trabajo, pero sí los otros objetivos, salir de casa, sentirme útil y conocer a gente estupenda.
No sé, siento como una especie de estado de "enamoramiento", jeje, cuando volviendo a mi casa después de alguno de estos cafés o vinos en compañía, me descubro sonriendo yo sola por la calle.
He cambiado el chip, pienso vivir cada momento aquí, disfrutar de todo lo bueno que me puede ofrecer la experiencia de vivir en Molina de Aragón y de conocer a su gente. Por eso también me he apuntado a un taller de teatro, pero eso os lo cuento en otro post.
